Después de Assimakos.

Con la demolición de la fábrica Assimakos («La Indígena») de ese singular arquitecto que fue Caprario, volvió a encenderse un debate sobre la salvaguarda de nuestro patrimonio edilicio. Como había sucedido con las casas diseñadas por Fresnedo Siri en la Av. Ponce, o la residencia «encantada» de Bvar. España, la prensa informó extensamente sobre el tema y las redes sociales hirvieron con reacciones de repudio, frente a semejante atropello. En este caso todo esto se vio agravado porque el  edificio, aún no había sido incorporado al listado de edificios con valor patrimonial, por lo que era pasible de ser demolido.

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Incluso existía para este predio, un notable proyecto del estudio del Arq. Juan Diego Vecino, que mantenía los elementos de valor patrimonial y los integraba al nuevo programa. Con la finalización del vínculo de propietario del predio, con dicho estudio de Arquitectura, ese proyecto fue abandonado  y se optó por uno nuevo que contemplaba la completa demolición del edificio original.

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Podemos cargar contra el empresario insensible, que prefiere gastar menos pisoteando al bien común. También podemos hacerlo contra el Estado, que no le da facilidades a los propietarios, para que la posesión, refacción y/o reciclaje de bien patrimonial, no sea una carga pesadísima desde el punto de vista económico. También podemos poner en el tapete la incapacidad de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay y de la Facultad de Arquitectura de la UdelaR, para lograr concientizar a la Sociedad y en especial a la clase política. Pero la realidad es que mientras tanto, seguimos perdiendo joyas de nuestro patrimonio.

Creo que la única nota positiva es la extensa cobertura por parte de la prensa, que logró instalar este tema en el debate público, de una forma inédita en las últimas décadas. Creo que la siguiente imagen captada por un fotógrafo de El País, ejemplifica claramente esto.

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